Hay siempre algo de locura en el amor,pero siempre hay algo de razón de la locura. ( Friedrich Nietzsche)

martes, 6 de septiembre de 2011

No se sostiene...


Los hermanos Grimm nos vendieron la historia equivocada. No sé si con alevosía, que eso es ya mucho aventurar, pero lo hicieron. Porque, a ver, analicemos el cuento: no se sostiene.

Lo primero, vamos con las relaciones familiares: un padre ausente, una madrastra bruja y una nena crecidita que se pasa el día cantándole a los pajarillos y esperando al príncipe asomada a la ventana; para mí que estaba más para aquel mundo que para este, o que le afectaban en exceso los vapores de las pócimas que secretamente preparaba la madrastra en las mazmorras. No justifico la actitud del padre, pero es para entenderla por lo menos, a ver quién es el guapo que aguanta sin que se le caiga la real corona a una mujer bruja y a una hija que se pasa el día fumada; anda, ahí os quedáis que yo me voy a la guerra, que voy a estar más tranquilo; pues no, señor calzonazos, haber elegido mejor la esposa y haber sabido meter en cintura a la muchacha, y si no, a apencar con las consecuencias, como un hombre cabal.
Una cosa curiosa: un castillo tan próspero y no tiene más sirvientes que el pobre leñador. A ver cómo se explica. Pues sí, se explica: con encomiable espíritu empresarial, la madrastra y real señora del sitio, prescinde del servicio y pone a la niña a trabajar, sin contratos ni sueldos, que para eso es la heredera de la finca, ¿no? pues que se lo curre la chiquilla, que al fin y al cabo para ella va a ser. Lo malo es que la princesita no parece mostrar mucho apego al trabajo, si es que todos los obreros son igual...




Otra más: el espejo mágico y la tontería esa de que la madrastra sentía envidia de la belleza de Blancanieves. Y un pimiento de Padrón(de los que pican). El espejo, entre tanto vapor, no creo que viera mucho, y además debía de estar pelín cegato para decir que Blancanieves era la más bella del reino, con esa cara de pan de hogaza, y esa expresión ida. Yo creo que lo que el espejo de verdad quería era malmeter, así pues, estamos ante un espejo malicioso y cizañero.
Llegados a este punto, tenemos: una princesa ñoña y flipada; una madrastra bruja en todas las acepciones del término, harta de soportar a la niña; un padre calzonazos que abandona sus obligaciones porque no puede con ellas.
Del leñador, mejor no digo nada, el pobre se vio obligado por la necesidad, pero no deja de ser un sicario.


Y llegamos a los enanitos. Descarto ya mismo la teoría de que eran homosexuales. A ver, si lo fueran, no habría lugar para su actitud, porque lo de los enanos es encoñamiento puro y duro. ¿Cómo se explica si no que ellos, que tan felices eran y tan a sus anchas vivían (entre mugre, sí, pero a sus anchas) acepten normas de una marimandona entrometida que llega imponiendo reglas a casa ajena? Lo dicho: encoñamiento. Si hasta Gruñón desiste de su pose, y sucumbe... En la Casita del Bosque, ya liberada la nena del efecto de los efluvios de pócimas y potingues varios, se destapa su auténtico carácter. Lo que tenía escondido la niña... quién lo hubiera dicho...
Pues nada, el resto de la historia ya la conocemos, salvo por un pequeño detalle incierto. A mí que me cuenten otra, que no me creo eso de que la madrastra se molesta en transformarse, ir al bosque y engañar a la pánfila de Blancanieves para que muerda la manzana sólo por razones de belleza. La verdad oculta es que a oídos de la madrastra llegó noticia de que la princesa estaba viva y preparaba una rebelión para tomar el castillo y recuperar sus derechos sobre el reino. Y aquí la madrastra trina, claro, y como sabe que no puede fiarse de nadie (buena estuvo con el leñador), pues decide hacer ella misma el trabajito. Y lo logra, vaya que sí. Y aquí las lágrimas por el supuesto fallecimiento de Blancanieves, y otro motivo más para reflexionar: pues no eran morbosos ni nada los enanitos, que deciden conservar el cuerpo muerto (eso creían) e incorrupto (¿y esto último no le daría qué pensar? ¿o creían que la nena era una santa?) de su amada joven en una urna de cristal ¿para siempre jamás?.
Hale, dicho esto, pasemos al príncipe. No me quedó nunca claro si llegó al bosque atraído por las historias que oyó sobre una bellísima princesa muerta, o simplemente pasaba por allí y al verla le entraron unos deseos irreprimbles de besarla; en cualquier caso, el tipo no era muy normal, porque, a ver ¿no son ésos claros indicios de necrofilia? El que luego resultara estar viva y bajo los efectos de un hechizo (o de un flitro catatónico, vaya usted a saber), no invalida la motivación secreta del príncipe, en fin, que el joven, guapo sí era, pero normal normal yo diría que no.



En cualquier caso, el cuento termina con la madrastra muerta, Blancanieves viva en brazos del príncipe, y, suponemos, porque así sucedía en los tiempos inexistentes del mito, que unificados dos reinos.
¿Un final feliz? Pues no sé si feliz, pero sí conveniente. Siempre podemos buscarle otro.
¿Qué fue de los enanitos? ¿Alguien puede decírmelo? ¿Y el real padre desaparecido? ¿volvió de la guerra? y si fue así, ¿cómo se tomaría el nuevo estado de cosas? Preguntas para reflexionar seriamente...

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