Hay siempre algo de locura en el amor,pero siempre hay algo de razón de la locura. ( Friedrich Nietzsche)

miércoles, 27 de junio de 2012

Un sujeto sostenido por la culpa.

La palabra que hoy he tenido en mente es una de esas palabras que lleva tiempo esperando, no encontraba hueco para ella pero ayer alguien me la hace llegar de una forma indirecta. La trajo hasta mí en su discurso, sentado en su silla intentando descomponer en pequeñas piezas todo aquel asunto que no le dejaba dormir. Arrepentirse es el deseo de que lo pasado, y por tanto irreparable, no haya existido. El arrepentimiento es individual: perteneciente a un sujeto sostenido por la culpa. Esta noche ronda por mi cabeza, arrepentimiento.



La ley siempre se repite, acción-arrepentimiento-acción. Arrepentimiento como una fase de renacimiento moral dentro del ciclo, quedaría dispuesto para volver a cometer el delito del que se lamenta.Y digo acción, que no mala acción, porque suele unirse arrepentimiento a las malas acciones, siendo lo malo y lo bueno un tema que no quiero discutir, extenso, confuso y sobretodo, subordinado a cada sujeto. Por ello, existe el arrepentimiento también en las "buenas" acciones. Él la busca, la espera, la encuentra, hablan, se queda... y al despertar, se marchan en caminos separados. Con el fin del episodio, él se encuentra con su arrepentimiento esperándole en la acera. ¿Hay algo malo en la búsqueda, la espera, el encuentro, la conversación, la permanencia... y el sueño? Diríamos que no, sin embargo puede existir arrepentimiento, de hecho existe. Lo bueno y lo malo no tienen una identificación universal, aquí ordena lo subjetivo. Arrepentimiento habla de perdón, pero no del perdón del otro, que no siempre es necesario, habla del perdón a uno mismo. El arrepentimiento le hace al sujeto verse responsable. Arrepentimiento y duelo parece que logran cancelar (al menos en lo mental) la acción pasada, logran cambiar el estado afectivo que padece el sujeto. Si me arrepiento soy culpable, si soy culpable me castigo, si me castigo me condeno, si me condeno he pagado, si he pagado soy inocente, si soy inocente estoy libre para la acción, para buscar el goce, y por tanto, puede que encuentre la culpa nuevamente. A veces hay necesidad de culpa. ¿Y si se sufre por qué se repite? (preguntan algunos) Porque en el fondo hay un goce en todo ello, aunque a veces esté demasiado escondido como para verlo a primera vista. Si no hay goce no hay repetición. El arrepentimiento convierte al culpable en inocente, le deja listo para continuar, casi, como desde el principio. Hablamos de una culpa tras la autosatisfacción. Es la renuncia al goce abusivo, teniendo en cuenta que no existe el goce abusivo en sí mismo, sino siempre desde la interpretación del propio sujeto y por tanto, desde su historia. Cuando hablamos de abusivo, hablamos del límite, ¿y dónde está el límite? La culpa es otra palabra, que no quería que ocupase más de lo necesario en esta actualización, pero arrepentimiento y culpa llegan siempre de la mano. Arrepentimiento también se une con autocastigo, humillación, vergüenza, perdón, oportunidad... Y el sujeto quién censura y corta. A pesar de todo, creo que el peor arrepentimiento es el que nos habla de todo aquello que no intentamos.

martes, 19 de junio de 2012

Amistad

Si tuviese que hacer un pastel llamado amistad, creo que el principal ingrediente sería la confianza. Y con la confianza iría la sinceridad, pero sobretodo el saber que estamos en un ambiente de calma en el que no tenemos que parecer sino simplemente ser. Ser como realmente somos, ¿por qué esconderse? ¿por qué mostrarse de otra forma? un amigo te aceptará como eres. Respeto, otro de los ingredientes claves. Nunca he entendido el respeto como acatamiento y aprensión, sino como admiración y aprecio.
La comprensión sería otro componente a tener en cuenta, ¿cómo comprender a alguien sin tener la confianza para saber todos los detalles que le hacen ser o actuar como lo hace? Confianza, cuánto ocupas... Y ahora lo más importante pasada la confianza: la lealtad para no traicionar a ese que depositó su confianza en ti.
Confianza puede, y debe ser posada en nosotros mismos, sino confías en ti, ¿en quién podrás hacerlo? Confianza, esa que una vez deteriorada cuesta tanto que vuelva a asomarse. Confianza, ese pacto contigo en el cual te abro paso a mi rincón escondido, a mis dudas de almohada, a mis risas de amigos, a mis conquistas ganadas. Para que tú llegues a donde tienes que llegar y no más allá, para que tú te quedes en el sitio que no está marcado y no afuera.

      

La línea es frágil, procura que nunca sea un impedimento para que el respeto no falte, para que la lealtad no se marchite. Y este pastel llamado amistad puede adoptar múltiples sabores desde el engaño a la admiración. Seguro que todos hemos vivido muchas clases de amistad. Una de esas palabras viciadas de la sociedad actual donde los pactos personales y desinteresados pierden socios cada día.
La corrupción ha llegado también a la amistad. Supuestamente la relación más puro donde dos o más nos entendemos porque miramos hacia el mismo lado con aprecio, con respeto, como iguales.
Donde el único interés debe ser la presencia del otro junto a nosotros. Amigos, conocidos, saludados, compañeros de trabajo, vecinos, primos lejanos, coincidentes en una clase... ¿amigos? ¿compañeros? ¿desde cuando somos amigos? Podría contarlos con una mano, saldrían sus nombres de forma fluída si tuviese que nombrarlos en este instante.
A los de verdad, a los de toda la vida, a los nuevos, a los de siempre. A mis amigos. Y es ahora cuando no hacen falta nombres porque ellos se identifican en silencio.
Confianza, es casi un momento, cuando sientes que estás despreocupado aún sabiendo que no tienes el control en el otro.
 
Confianza, es casi un lugar, donde entregas el puñal sabiendo que no lo usará para herirte, sólo para defenderte. Por eso, qué incómodo el lugar y el momento en el que la confianza se diluye quedándonos desnudos y al acecho de ver qué sucederá ahora con quién creíamos nuestro amigo.


                                         

lunes, 18 de junio de 2012

Susurro, aliento y suspiro.

                     

UNA PALABRA Parece que tras la tormenta todo el aire queda limpio, como invitándote a respirar profundamente. La tormenta ha pasado. Estaba leyendo, viendo otros blogs, poniendo un poco de orden en todo esto. No escribo desde hace tiempo, últimamente mi escenario se ha tambaleado en diversas y consecutivas ocasiones por lo que no encontraba el momento para escribir o el momento no me encontraba a mi. Y esto se ha inventado para escribir, para publicar. Un blog es algo donde mostrar lo que nos apetece, desde moda a rock&roll. En concreto, este es mi rincón para hablar, y lo extraordinario es que pueda dialogar, reír, llorar, discrepar, coincidir, pero que siempre podamos llegar a ese maravilloso estado llamado conversación. Siempre se acaba aludiendo al verbo hablar, parece que todos hablan mientras nadie escucha, quizás porque nos olvidamos que escuchando aprendemos a hablar. Escuchando aprendemos a escuchar. Escuchando aprendemos casi todo.

Me llegan  a la mente tres palabras cogidas de la mano. Susurro, aliento y suspiro. Me han gustado mucho, por su fonética, por su significado, y sobretodo por lo que evocan para mi. Cierto es que hay palabras que inspiran. Y he pensado que el post podría englobar a las tres, tal y como han llegado hasta aquí. Hay un elemento que las une: el aire. Ese que nos dá vida y ese que tanto necesitamos ahora. Aire fresco que se cuele por esta ventana.


Susurro tu nombre, por si me escuchas. Quizás lanzándolo al aire llegará a ti, dondequiera que estés. Los susurros portan las palabras que salen del corazón, guardan los secretos. Es el envoltorio para las palabras que viven en las distancias cortas. Esos secretos contados al oído suaves e íntimos. O esas palabritas mágicas que nos decimos a nosotros mismos, sólo para nosotros. El viento susurra entre las hojas de los árboles. Ayer susurraba y silbaba tras la ventana, ahí afuera. Era el murmullo de la realidad.


A diario nos quedamos sin aliento. Nos sentimos ahogados por la vorágine que nos acecha y no encontramos aire para continuar la andanza. Incluso teniendo aire carecemos de aliento. Aliento también es el empuje que nos lleva adelante, el valor de ir hacia lo que deseamos cuando los ánimos fallan. Hay personas que usurpan alientos ajenos, y otras, maravillosas, expertas en crearlo allí donde pisan. Hay miradas y sonrisas que nos llenan de aliento. Y es que a veces tan sólo necesitamos eso, un poco de aliento aunque no tenga aire.



Decía Shakespeare que "tosemos para aclarar la garganta y suspiramos para aclarar el corazón" y puede que tuviese razón. El suspiro viene para aliviar, como una vía para que se marche todo lo que sobra, toda la presión, todo el peso que nos aprieta el corazón. Con el suspiro quedamos ligeros. Evoco unos suspiros particulares, suspiros que llevan tu nombre, porque ese suspiro en el que pienso ahora mismo es sólamente tuyo. Aunque tú no lo sepas, y quizás nunca llegues a saberlo. Inspiramos, aguantamos y soltamos de golpe como queriendo mandar lejísimos y sin vuelta a esa carga que nos oprime.Quizás buscando una respuesta. A veces necesitamos ver, oír, oler, sentir algo que nos arranque un suspiro, y quedará (casi) todo dicho. Un suspiro para ti.

miércoles, 13 de junio de 2012

Mirar a mi alrededor.

Es lo que hacemos todos: nos lanzamos, y esperamos poder volar...porque si no es así, caeremos como piedras. Durante la caída  nos preguntamos : "¿ se puede saber por qué he saltado?", pero aquí estoy; cayendo.
Y sólo hay una persona que me haga creer que vuelo, y eres tú.

A veces estamos tan obsesionados con lo que nos falta que no nos damos cuenta de lo que realmente tenemos.