Pompas de jabón vuelan sin saber a donde. Simplemente vuelan. Huecas e iridiscentes ignorando que dentro de un instante dejarán de ser pompa de jabón para no ser nada. Qué sombrío pensar que vuelas al momento y al lugar de no ser nada. Pero aún así las burbujas tienen esa parte de juego infantil, quizás porque los niños saben vivir, me refiero a que saben disfrutar del momento sin pensar en qué sucederá después. El futuro, ese tiempo incierto y que sólo pertenece a nuestros planes y a nuestros sueños, porque cuando llegue dejará de ser futuro para llamarse ahora. Deberíamos de ser como niños o mejor, como burbujas... volando sin pensar qué sucederá después. Miles de burbujas chocando entre si, cada una formando un mundo particular y ajeno, algo así es lo que somos.
Yo tengo mi propia burbuja llamada yo. Y quizás de forma racional mi cerebro intenta encasillar a cada uno en su burbuja como un modo de estructuración, la burbuja de la familia, la burbuja de los amigos, la burbuja de los compañeros, la burbuja de los otros compañeros, la burbuja de los amigas... Y luego están las burbujas con nombre propio, personas que no comparten burbuja ni lugar. Personas que se han ganado su propio espacio en mi. Siempre existe un importante y unos secundarios. Unas conocen una parte de mi, otras conocen otras vertientes, otras conocen varias piezas mientras intentan darle sentido al puzzle. Algunas puede que jueguen a mezclarse entre ellas, otras jamás se mezclarían porque no hablan el mismo idioma, sin embargo, todas siguen siendo mis burbujas y cada una habla de una parte de mi, de mi día, de mi hoy o de mi ayer. Porque si todas esas burbujas hablasen quizás saldría la verdadera yo.
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